[EDITORIAL]
Apostemos por el bien común
Desde este espacio hemos venido difundiendo continuamente acciones colectivas solidarias frente a la pandemia, que puedan ser de inspiración para todas y todos en nuestra búsqueda del bien común. Por ejemplo, el trabajo emprendido por la Iglesia para implementar plantas de oxígeno en regiones, las acciones de la sociedad civil para llevar medicina y cuidado a los enfermos, las organizaciones que han trabajado para enviar mensajes de apoyo y acciones de prevención a quienes lo necesitan y la incansable campaña de solidaridad de las congregaciones religiosas y parroquias.
En medio de estos grandes desafíos individuales y colectivos mencionados, vemos con esperanza las iniciativas que buscan consensos entre los diversos sectores del país para enfrentar la pandemia. Una de ellas es “Resucita Perú Ahora” de la Conferencia Episcopal Peruana, que tiene como base de inspiración el “plan para resucitar” del Papa Francisco. Esta iniciativa busca poner en marcha un plan concertado de estrategias preventivas y de acción rápida frente a la crisis desde la Academia, la sociedad civil, la Iglesia y el Estado.
Somos conscientes de que los problemas estructurales de desigualdad y pobreza del país son la causa por la que muchos peruanos no puedan mantenerse en casa y, por el contrario, deban salir a trabajar para poder vivir. Por ello, hacemos un llamado a asumir responsabilidades compartidas que van desde las ciudadanas y ciudadanos hasta las autoridades, implementando acciones urgentes y realistas que puedan menguar la exposición de la gente al virus. No olvidemos que la mayor característica del COVID-19 es su veloz propagación de persona a persona.
Hemos asistido últimamente a una tragedia más, fruto por un lado de la irresponsabilidad de ciudadanos y ciudadanas, pero también fruto de la corrupción de funcionarios, de la impericia en el manejo de los operativos y más al fondo, resultado de una crisis social profunda que involucra el sentido y el valor de la existencia humana y en la que los jóvenes son las víctimas más vulnerables, pagando con su propia vida una cadena de equivocaciones y precariedades del sistema en el que vivimos. Por ello es injusto cargar sobre los hombros de los peruanos y peruanas la responsabilidad de la cantidad de muertes por coronavirus, pues el terrible impacto de la pandemia en nuestro país es sobre todo consecuencia de una gran desigualdad estructural que arrastramos históricamente.
Una de las lecciones más valiosas que debemos de ir procesando y asimilando con esta pandemia es la necesidad de erradicar el individualismo exacerbado que nos impone la idea inhumana del “sálvese quien pueda” y más bien apostar por trabajar en red, en comunidad. Bajo esa premisa, debemos luchar juntos por el bien común y eso equivale también a erradicar el “mal común” que está representado claramente en la institucionalización de la injusticia o desigualdad y la acumulación de capital como fin único del desarrollo. La vida de muchas personas está en grave riesgo y estamos convencidos de que a este virus lo venceremos con responsabilidades compartidas, organización, desprendimiento y, fundamentalmente, con ese amor solidario, profundamente humano, que Jesús nos mostró con su vida. En medio de lo duro que estamos viviendo, la iniciativa “Resucita Perú ¡Ahora!” nos alienta a seguir impulsando una acción solidaria para sanar nuestra sociedad.