El Sínodo: un camino por recorrer

Por Juan Pablo Espinosa Arce, magíster en Teología Fundamental (PUC Chile) y Licenciado en Educación (UCM Chile).

La próxima celebración del Sínodo sobre la Sinodalidad representa un espacio de lectura de nuestra realidad eclesial, tanto a nivel universal como en las experiencias de las iglesias locales.

Los trabajos preparatorios, los documentos de trabajo, las proyecciones para la realización de la asamblea y los frutos que de ella se espera obtener son algunos de los elementos a través de los cuales podemos ir leyendo qué significa celebrar un sínodo sobre la sinodalidad.

Hemos celebrado un antes, nos preparamos para el durante y proyectamos cómo podría ser el después. En otras palabras, lo que busca este artículo es acompasarse a la noción de que el sínodo próximo es, todavía, un camino por recorrer.

Un primer elemento que constituye un verdadero fondo en la cuestión sinodal es cómo el sínodo tiene que ver directamente con la experiencia de Jesús y con Jesús.

El sínodo, a mi entender, no es sólo una práctica eclesial, sino que es constitutivamente un relato cristológico, una palabra y una práctica fundada en Jesús de Nazaret.

El camino de Jesús con sus discípulos, el camino del ministerio público y la travesía pascual son las grandes bisagras que permiten que la Iglesia sea y, por ende, que camine sinodalmente.

El camino de Jesús es una dinámica que siempre despierta algo nuevo en nosotros, cristianos y cristianas. Es algo por descubrir, es un camino por recorrer.

Lo segundo que habría que indicar que es el tema de esta próxima convocatoria es, en su fondo, un reconocimiento del carácter peregrino y de la condición de pueblo de la Iglesia. Si los cristianos y cristianas creemos que nuestra opción creyente se vive en abierto vínculo con otros, reconocer el sínodo supone establecer una visión sobre la naturaleza misma de la comunidad.

Por ello se ha indicado, en repetidas ocasiones, que el sínodo no es solamente un hito o un evento aislado o esporádico, sino que es lo propio de la Iglesia. En esto la expresión sínodo sobre la sinodalidad podría parecer hasta tautológica, pero se percibe en el querer de Francisco un reconocimiento de la necesidad de posicionar la palabra “sínodo” y la experiencia práctica del camino con otros como una forma cotidiana de ser Iglesia. Por ello el sínodo es un camino por recorrer.

Un tercer elemento que quisiera indicar es la centralidad de las pequeñas comunidades en la ilación con el trabajo universal. El sínodo, a mi entender, no responde solo a una práctica de la sede en Roma, sino que marca cómo las comunidades cristianas que van formando la red universal adquieren protagonismo en las propuestas, en los documentos de preparación, en la celebración y en la puesta en práctica de las orientaciones posteriores a la celebración del sínodo. La próxima asamblea no será patrimonio de unos pocos.

Eso confirmará el sentido mismo de celebrar un sínodo. Lo que la Iglesia comenzará a trabajar y vivir en octubre próximo es una tarea eclesial, una tarea aún por realizar, un camino aún por recorrer.

A esta asamblea llega también nuestra Iglesia latinoamericana, con su fecunda historia, con sus relatos de resistencia, espiritualidad y palabra eclesial y teológica. Son todas las comunidades las que han de ser representadas en la puesta en marcha del sínodo. Las comunidades poliédricas, utilizando la categorización de Francisco, van acompasándose en la puesta en marcha del sínodo, de ese camino aún por recorrer.

Confío en que el Espíritu de Jesús animará tanto el evento sinodal, así como su posterior puesta en ejecución. Que la gracia nos haga caminar ese trayecto por recorrer.

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