Por Mons. Miguel Ángel Cadenas y P. Manolo Berjón. Vicariato Apostólico de Iquitos.
El documento final del Sínodo Amazónico indica que las iglesias locales no están exentas de “responsabilidad pastoral” con los PIACI. Incluso invita a que se concreten “en acciones de incidencia para que los Estados asuman la defensa de sus derechos mediante la garantía legal e inviolable de los territorios que ocupan de forma tradicional, inclusive adoptando medidas de precaución en las regiones donde habiendo sólo indicios de su presencia, ésta no es confirmada oficialmente y estableciendo mecanismos de cooperación bilateral entre estados, cuando estos grupos ocupen espacios transfronterizos” (Documento Final del Sínodo Amazónico, n° 49-50).
Los PIACI son pueblos o segmentos de pueblos que se han aislado para conservar la vida. Se retiraron a los lugares más apartados de la Amazonía en época de caucho, huyendo del horror y la explotación. El contacto puede suponer la adquisición de enfermedades, como la gripe, para la cual no tienen inmunidad y que les podría acarrear la muerte.
Existen suficientes indicios para considerar su existencia: fotos satelitales, encuentros fortuitos con cazadores, pescadores y madereros, malocas en medio de la selva, árboles marcados indicando que no se debe pasar, fechas apostadas en medio de los senderos indicando que si sobrepasas esas marcas tu vida corre peligro, huellas… Pero, por la defensa de los propios PIACI, no se puede revelar su ubicación. De lo contrario, algún inescrupuloso pudiera entrar en su territorio llevando enfermedades para las que no están preparados, por ejemplo, epidemias.
La frontera extractivista del caucho permitió que los PIACI vivieran en los márgenes. Hoy, la frontera extractivista maderera, petrolera… no respeta ni esos márgenes. Más de 100 años después los descendientes de los caucheros, que ya han ido exterminando los recursos, quieren penetrar en sus territorios, por ser lugares megadiversos, para continuar despojando lo poco que queda. No les importa si para ello acaban con la vida de los PIACI. La avaricia, ante todo.
En otros términos. Si el “capitalismo industrial” de la época del caucho respetó los lugares inaccesibles donde se refugiaron los PIACI, este nuevo “capitalismo financiero” ya no conoce ningún lugar inaccesible y quiere penetrar en sus territorios en busca de recursos. Para ello utilizan un “dispositivo de exterminio”: la negación de la existencia de los PIACI. Su negación implica la violación de su territorio y, por tanto, su aniquilación. Los nazis negaron la humanidad de los judíos y ya sabemos cómo terminó.
Todavía nos podría quedar la duda de por qué implicarnos en la defensa de los PIACI. La respuesta es sencilla: el respeto de su vida. Debiera ser suficiente. Pero si necesitan más argumentos, ahí van un par de ellos. Primero, porque en estos territorios más prístinos puede haber virus que, si explotamos sus recursos, puedan saltar a la humanidad, como ocurrió con el covid-19. Los investigadores amazónicos insisten en que, si seguimos fragmentando los ecosistemas, fácilmente saltará otro virus, posiblemente letal, a la humanidad.
Segundo. En tiempos de cambio climático es fundamental para el planeta conservar estos territorios PIACI. La avaricia nos llevará al extermino de todos. Recordemos el evangelio de San Juan: “el ladrón solo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud» (10, 10).