Por Mons. Edinson Farfán Córdova, coordinador Nacional del Sínodo de la sinodalidad y Obispo Prelado de Chuquibambilla
El pueblo peruano ha respondido al camino sinodal impulsado por el Papa Francisco, el Sínodo de la sinodalidad es un proceso espiritual que nos sorprende y nos desinstala del confort y la rutina, es un kairós. La Conferencia Episcopal Peruana lo acogió como un regalo del Espíritu; desde el momento de su apertura conformó la Comisión Nacional que animaría a la Iglesia peruana en sus 46 Jurisdicciones Eclesiásticas; luego cada Iglesia local conformó su comisión diocesana para animar el proceso de escucha de acuerdo con su realidad y contexto.
En la Iglesia peruana se ha propiciado espacios de encuentro, diálogo, escucha y discernimiento para preguntarnos “¿Qué nos pide el Espíritu en este momento actual?”. Sínodo etimológicamente, significa “camino que se hace juntos”, y se refiere a lo que la Iglesia es en sí misma; la sinodalidad pertenece a su esencia. Durante este tiempo cada Iglesia local pudo hacer su proceso de escucha, teniendo presente que en el Perú hay diversidad cultural en la costa, sierra y selva. Es verdad que cada jurisdicción va a su ritmo de acuerdo a su contexto geográfico y realidad misionera, sin embargo, hay el deseo en todo momento de caminar juntos y poder llegar a todos los ámbitos y lugares; este aspecto es esencial para la vida de nuestros pueblos, se trata de un camino mancomunado en el que cada quien pone sus dones y talentos al servicio de la comunión.
Se recibieron 44 síntesis de 46 jurisdicciones, esto es una muestra que la Iglesia Peruana quiere caminar en comunión. La comisión nacional recogió todas las síntesis para luego hacer su propia síntesis nacional. Han salido temas profundos, entre los más resaltantes tenemos: la formación permanente de los bautizados para asumir un compromiso eclesial, el valor de la piedad popular, la falta de misioneros y misioneras en los pueblos alejados y en las periferias, el cuidado de la casa común, la opción preferencial por los pobres, la pandemia de la COVID19, el rol protagónico de la mujer y los jóvenes en la Iglesia y en la sociedad, el diálogo ecuménico, el cuidado de las culturas autóctonas, el clericalismo que afecta mucho la vida de los fieles, los abusos sexuales en el ámbito eclesial, los conflictos mineros, el acompañamiento a los ancianos, la trata de personas y los migrantes, la pastoral familiar, la pastoral de la escucha, la necesidad de contar con un plan pastoral orgánico y estructurado en cada jurisdicción, la dimensión profética iluminada por la doctrina social de la Iglesia, la promoción vocacional, la formación en la sinodalidad de los futuros sacerdotes de la Iglesia, la formación de los laicos en el campo de la política, la administración económica en las parroquias, la evangelización a través de los medios de comunicación, el cuidado de la Amazonía, la oración y el asombro en la liturgia.
Ahora queda seguir propiciando espacios de sinodalidad para profundizar esta síntesis, el pueblo se ha manifestado, es sumamente necesario reflexionar cada tema en las iglesias locales para asumir urgentemente orientaciones pastorales.
Terminada la fase de escucha a nivel nacional y en camino para la fase continental, hemos recibido con esperanza la buena noticia del Papa Francisco que la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», se desarrollará en dos sesiones: la primera del 4 al 29 de octubre de 2023 y la segunda en octubre de 2024 ¿Por qué dos sesiones? Es para garantizar un tiempo de discernimiento más amplio, favorecer la comprensión de la sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia y ayudar a todos a vivirla. La sinodalidad debe permanecer siempre, es una gran tarea llegar a todos los lugares de frontera y periferias, hay un camino largo por recorrer, el Espíritu Santo va guiando este camino.