[Editorial] El camino hacia la paz pasa por la verdad y la justicia

La cuaresma es un tiempo de conversión, de cambiar de vida y de camino, tanto a nivel personal, como pensando en nuestro país, el Perú. Pero para que ese cambio sea profundo y definitivo, debe partir de la verdad. Porque “solo la verdad nos hará libres” como dice Jesús en el evangelio de Juan.

Lo vivido en los últimos meses nos habla de que estamos en tiempos muy críticos: lo primero que debemos hacer como cristianos es reconocer nuestra verdad de un país dividido en que unos peruanos piensan que la solución, la paz, solo llegará cuando logren silenciar a los peruanos que piensan distinto y reclaman la vigencia plena de sus derechos ciudadanos. Como consecuencia de ello, 49 personas perdieron la vida, según las cifras de la Defensoría del Pueblo. La mayor parte de los 48 civiles fallecidos fue por disparos de armas de las fuerzas del orden y también fue asesinado un policía. Nos alegramos, en este caso, de que se haya hecho justicia, pero centenas de ciudadanos siguen esperando que el gobierno identifique y sancione a los que asesinaron a sus seres queridos. Esta es nuestra verdad: somos parte de un país atravesado por la desigualdad, la injusticia y la muerte. Y muchos, no solo el gobierno, prefieren olvidar ello y confunden protestas con violencia que es necesario reprimir, en lugar de escuchar y dialogar.

Agosto 2003

Con ocasión del Informe de la Comisión de la verdad y reconciliación, en agosto del 2003, los peruanos supimos que durante 20 años ante nuestros ojos había ocurrido algo muy grave sin que nos diéramos cuenta, descubrimos recién que más de 60,000 peruanos habían muerto en el contexto de la lucha contra la subversión que Sendero Luminoso había desencadenado. El informe de la Comisión nos reveló que el 75% de los muertos eran ciudadanos quechuahablantes, también amazónicos. Esa verdad fue terrible y difícil de aceptar, por eso, muchos calificaron el informe de tendencioso, porque hubiera sido mejor ignorar lo que pasó. Pero después de conocer ese informe muchos peruanos se dieron cuenta de que si queríamos construir un país unido y reconciliado teníamos que pasar de esa verdad a la justicia.

Hoy estamos ante un momento así, histórico

La realidad peruana, en febrero del 2023, es también terrible. Hace no mucho celebramos el bicentenario de nuestra independencia y hoy somos testigos de que muchos peruanos aún no se sienten ciudadanos con plenos derechos. Con la elección de Pedro Castillo, a quien consideraban “uno de ellos”, sus expectativas aumentaron, pensaron que sus demandas de dignidad y justicia, pan, salud y educación iban a ser reconocidas como corresponde a ciudadanos con plenos derechos, pero al verlo caer entendieron rápidamente que, desde Lima, los adversarios de su líder gobernarían para ellos y sus intereses olvidando lo que pasa en sus regiones y localidades: Puno, Cusco, Juliaca, Ayacucho, Pucallpa, por mencionar algunas. Así decidieron marchar al centro del poder, a Lima, esperando ser escuchados, lo que no solo el gobierno sino muchos limeños consideraron una agresión y pidieron que a los manifestantes se les impidiera ingresar a la capital. Padecemos las consecuencias de un país dividido, desigual y discriminador.  

Es posible que el párrafo anterior sea rechazado por muchos; sin embargo, lo importante es que seamos conscientes de que si queremos alcanzar la paz y la reconciliación tendremos que empezar por escucharnos y dialogar entre distintos e intentar comprender qué razones llevan que ese otro peruano, conciudadano (no enemigo, no rival), piense distinto que yo. Y enseguida, junto con él, de qué forma podemos ser, ambos, parte de la solución. La paz nace de la justicia. Este es el esfuerzo que Jesús nos pide: partir de la verdad y caminar mediante el diálogo, hacia la justicia y la reconciliación.

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